Un nuevo paso en la historia espacial
2016 Por: Diego Bagú
SpaceX lo hizo. Elon Musk, el creador de la cada vez más famosa automotriz Tesla Motors, del sistema de pago on-line PayPal y del que promete ser uno de los más revolucionarios sistemas de transporte (el Hyperloop), volvió a hacerlo. Creador también de SpaceX, se propuso reutilizar un cohete luego de ser lanzado, a partir de su aterrizaje en el océano. Pero para entender mejor esta historia, refresquemos un par de conceptos.
El lanzamiento de un cohete
A grandes rasgos, un cohete es un encastre de cilindros, la mayoría de ellos, tanques de combustible. A medida que un cohete cobra altura, obviamente su combustible se va consumiendo y los tanques vacíos se van desprendiendo y cayendo a Tierra uno tras otro. La mayoría de las veces, esos tanques no vuelven a utilizarse. Es más, algunos de ellos han alcanzado ya semejante altura que al descender por caída libre a grandes velocidades, directamente se incineran en la atmósfera por el roce con ésta.
Una simulación del desprendimiento de la primera etapa del mítico cohete Saturno V, el cual posibilitó el desarrollo del programa espacial Apollo y la llegada del hombre a la Luna.
Un cohete básicamente es un encastre de cilindros, la mayoría de ellos tanques de combustible, los cuales se desprenden uno tras otro a medida que el vehículo cobra altura.
De poder reutilizar los cilindros que se van desprendiendo, esto implicaría un significativo ahorro de dinero, haciendo los lanzamientos muchos más baratos y por ende, facilitando en gran manera el acceso al espacio. Es por ello que en los últimos años ha cobrado cada vez más popularidad la idea de hacer descender de manera controlada el cohete principal luego de cada lanzamiento.
Despegues y aterrizajes... o amerizajes
Cuando un cohete es lanzado, su trayectoria de vuelo es una curva. A medida que va ganando altura, su velocidad aumenta. Y si prestamos atención, el lanzamiento en general se intenta hacerlo en dirección al mar. El motivo de ellos es porque, en caso de un desperfecto e incluso su destrucción, el cohete o los restos del mismo caerán en el mar y no sobre tierra, minimizando la cantidad de posibles accidentes para las personas.
Una trayectoria esquemática de un cohete luego de su lanzamiento.
En determinado momento, dependiendo siempre tanto de lo que el cohete transporta como así también del tipo de misión, la primera etapa, es decir, su cohete (cilindro) principal, se desprenderá del resto de la nave, la cual seguirá camino hacia el espacio.
Alcanzada determinada altura, y ya habiéndose consumido el combustible de la primer etapa, la misma se desprende del resto de la nave la cual sigue camino al espacio. La reutilización de cohetes abaratará los costos y hará el espacio cada vez más accesible en el futuro.
Con el fin de recobrar la primera etapa para su reutilización, ésta debería realizar una especie de “vuelta hacia atrás”, dirigiéndose nuevamente a la zona de lanzamiento o cercana a ella. Esto implicaría una gran cantidad de combustible extra ya que necesitaría cambiar completamente de dirección a la que traía.
Si deseásemos hacer descender el cohete sobre tierra, el mismo debería contar con una buena cantidad de combustible de manera tal que pudiese cambiar de dirección y retroceder hacia la zona de lanzamiento.
¿Pero qué ocurriría si se pudiera hacer que el cohete continuase su viaje en la dirección original para luego descender directamente en el mar? En ese caso se necesitaría una plataforma de aterrizaje (plataforma flotante) de manera que la misma pudiese incluso moverse en función del posible lugar de descenso. Es decir, y hasta cierto punto, la plataforma podría ir al encuentro del cohete. De esta manera, lo que se lograría sería también un descenso controlado y recuperación del cohete, pero con una significativa menor cantidad de combustible.
A diferencia de un descenso en tierra, si se pudiera hacerlo en el mar, la trayectoria a seguir implicaría una menor cantidad de combustible, abaratando notablemente el costo de la misión.
Descender un cohete sobre el mar en dirección a la trayectoria del vuelo, implica una significativa disminución en el combustible utilizado y por ende, un menor costo.
Un descenso en el mar implicaría contar con una plataforma de aterrizaje flotante.
La misión CRS-8 rumbo a la Estación Espacial Internacional
Esta “delirante idea” fue la que se le ocurrió a Elon Musk, y luego de 4 intentos fallidos, la quinta fue la vencida. Ayer viernes 8 de abril de 2016 será recordado en la historia espacial como el día en el que por vez primera un cohete, el Falcon 9, pudo descender de manera controlada sobre una plataforma flotante. La misión CRS-8 se trató del envío a la Estación Espacial Internacional de víveres e instrumental científico a bordo de la nave Dragon, la cual viajó en la parte superior del Falcon 9. Minutos más tarde del lanzamiento, el Falcon 9 descendía de manera absolutamente controlada sobre una plataforma flotante en el océano atlántico.
Sin duda alguna, este primer éxito rotundo de aterrizaje controlado en el océano atlántico marca un antes y un después en la actividad espacial. Los costos de las misiones espaciales disminuirán considerablemente en los próximos años. Muchos otros están realizando intentos similares aunque no exactamente iguales. Pero ahora, quien se llevó los laureles fue SpaceX. Nuevamente, Elon Musk lo hizo.