Un año en el espacio para viajar cada vez más lejos.
2015 - Por Diego Bagú
El viaje espacial tripulado conlleva un gran número de peligros y desafíos extremos. La atmósfera terrestre es un eficaz filtro para la intensa radiación electromagnética que nos llega desde el espacio exterior, en particular, desde el mismo Sol. Al viajar por el espacio, ya no podemos contar con este escudo natural.
Otro de los grandes efectos que sufren los astronautas durante una misión espacial, es la ingravidez. A lo largo de la evolución, nuestro cuerpo ha ido tomando forma en función de la física de la Tierra. Somos el resultado de la adaptación a un planeta, entre otros factores, con una determinada gravedad. En órbita terrestre, esta gravedad se “anula” debido a la velocidad que sigue la nave en su trayectoria (órbita). En ese caso, la sensación que tienen los astronautas de manera continua a lo largo de sus viajes, es la misma que sentimos en nuestro estómago (ese “vacío”) al caer en una montaña rusa, motivo por el cual presentan generalmente una serie de vómitos durante los primeros días de la misión.
Pero los problemas más serios no son precisamente estos vómitos, sino los efectos que se presentan tanto en los músculos como en los huesos. Al estar en ingravidez, la mayoría de nuestros músculos no necesitan realizar ningún tipo de esfuerzo. Esto provoca una considerable pérdida de tonicidad en los mismos. Respecto de los huesos, el impacto es quizás aún más considerable. Al igual que los músculos, los huesos pierden parte de su razón de ser. Los huesos de las piernas, por ejemplo, no requieren ser lo suficientemente fuertes como para sostener toda la estructura corporal. Esto resulta en un efecto “letal”: la pérdida de masa ósea.
Mientras nos encontremos en órbita terrestre o en viaje hacia otro planeta, estos problemas no llegan a cobrar el nivel de importancia que sí se presentan al momento de llegar a destino. Un viaje a Marte implica, con la tecnología actual, entre 8 y 9 meses de viaje. ¡Sólo de ida! A esto debemos sumarle, en su momento, el tiempo necesario para regresar a Tierra. Pero aquí es en donde aparecen las grandes dificultades. Luego de 8 meses en ingravidez, los astronautas deben ser capaces no sólo de calzarse los trajes espaciales, sino tener la capacidad de desplazarse, caminar sobre la superficie del planeta rojo. Y por supuesto, a esto debemos sumarle muchos más desafíos: cómo actuar ante una dolencia, una posible cirugía, los aspectos psicológicos que conlleva el confinamiento con otros individuos por un tiempo considerable, por nombrar solo algunos.
Todos estos y más interrogantes, sólo pueden resolverse a partir del estudio sistematizado del cuerpo humano bajo el efecto de la ingravidez. En cada misión espacial, desde aquel primer viaje de Yuri Gagarin en abril de 1961, se han implementado este tipo de estudios. Pero este viernes 27 de marzo, comenzará una de las experiencias más importantes en este sentido. La NASA cuenta con dos astronautas gemelos. Se trata de los hermanos Scott y Mark Kelly. Mark quedará en Tierra, mientras que Scott será lanzado rumbo a la Estación Espacial Internacional (EEI) junto a Gennady Padalka y Mikhail Kornienko, cosmonautas rusos. Los tres viajeros componen la Expedición Nro. 43. Scott Kelly y Mikhail Komienko estarán en la EEI durante un año. En ese período, ambos gemelos serán estudiados minuciosamente, pudiendo comparar los efectos de la ingravidez en el ser humano.
Misión histórica, por cierto. Un viaje de un año de duración que permitirá acrecentar nuestro conocimiento para regresar e instalarnos definitivamente en la Luna. Y acercarnos cada vez más al tan ansiado viaje a Marte .