• Rosetta: en busca de nuestros orígenes.

     Rosetta: en busca de nuestros orígenes.

    Rosetta: en busca de nuestros orígenes.

    2014 Por: Diego Bagú

    En 1799, sobre el delta del río Nilo, más precisamente en las cercanías de la localidad de Rashid (Rosetta), se produjo uno de los descubrimientos más importantes de la historia. Una piedra contenía básicamente el mismo mensaje, pero con distintas escrituras. Entre ellas, en jeroglíficos egipcios y griego antiguo. Fue así que la Piedra de Rosetta -tal como se la denominó- nos permitió descifrar/decodificar el mensaje de la majestuosa civilización egipcia. Desde entonces, la Piedra de Rosetta es sinónimo de entendimiento, comprensión, entre otros atributos.

    Como especie, los humanos siempre nos hemos preguntado -y por cierto, lo seguiremos haciendo- acerca de nuestros orígenes. ¿De dónde venimos? ¿Cómo hemos aparecido sobre la faz de este planeta azul? En definitiva, y extrapolando dichas preguntas hacia tiempos pasados más lejanos, nos interrogamos respecto de uno de los más grandes misterios que inquieta en gran manera a nuestras mentes: el origen de la vida. Quizás, y haciendo honor a la célebre expresión “la historia se repite”, una nueva Rosetta nos permita abordar semejante interrogante.

    Agua y vida

    De acuerdo a nuestro conocimiento que tenemos sobre la vida, el agua es un ingrediente fundamental para la existencia de la misma. De hecho, creemos que la vida en nuestro planeta se inició precisamente en los océanos. Y es aquí en donde reside uno de los grandes misterios de nuestros tiempos. Analizando las características físicas del resto de los planetas del sistema solar, vale preguntarnos respecto de la Tierra ¿cómo es que se formaron los mares? ¿de dónde provino semejante cantidad de este elemento tan vital para nuestra existencia?

    Realizarnos estas indagaciones implica comenzar una cacería a través del tiempo y del espacio. De los cuerpos celestes más cercanos a la Tierra, los cometas podrían convertirse en la nueva Piedra de Rosetta en esta búsqueda incesante.

    Rosetta, una maravilla de la ciencia moderna

    La Agencia Espacial Europea (ESA, por su acrónimo en inglés) ha dedicado gran parte de su esfuerzo en las últimas décadas en diseñar, construir e implementar una misión a un cometa, la cual arribará en tan sólo días. A través de su sonda espacial semiautomática Giotto, la ESA ya había incursionado en esta temática durante la última visita que nos realizara el cometa Halley. Allá por marzo de 1986, Giotto se acercó a poco menos de 600 km del núcleo del famoso visitante. Se obtuvieron fotografías sin precedentes, y por vez primera pudimos observar muy de cerca a estos“fantasmas cósmicos”.

    En 2004, la ESA lanzó una nueva sonda, ahora en busca del cometa67P/Churyumov-Gerasimenko. La nave, llamada Rosetta, arribó a su objetivo luego de una década de viaje. El encuentro se produjo en agosto pasado, cuando 67P se encontraba entre las órbitas de Marte y Júpiter, es decir, en lo que podemos denominar la frontera entre el sistema solar interior y exterior. Para tener noción de lo que esto significa, tengamos en cuenta que un viaje a Marte  contempla un plazo aproximado de 8 ó 9 meses. Pero entonces, en función de las distancias tanto al planeta rojo como a Júpiter mismo, ¿a qué se debe que el viaje de Rosetta insumiera tantos años? La respuesta podemos hallarla en una de las más curiosas y atrapantes características de los viajes espaciales. Las rutas más “cortas”-entiéndase, eficientes en términos energéticos- en el espacio, no son rectas, sino curvas.

    El increíble viaje de Rosetta

    Para viajar por el espacio, por ejemplo a través del sistema solar, es fundamental conocer la posición exacta no sólo de nuestro objetivo sino del resto de los cuerpos celestes. Por ejemplo, si queremos viajar a Marte, será imperioso tomar nota no sólo de su posición a lo largo de nuestro trayecto, sino también de la Luna, de los planetas más cercanos -Venus, Júpiter, Saturno- y por sobre todos ellos, del Sol. ¿Por qué motivo? Simplemente porque a lo largo del viaje, todos estos cuerpos afectarán con su gravedad de manera directa a nuestra nave. Dichas gravedades podrán acelerar como así también, desacelerar la sonda. Por ende, debemos realizar todos los cálculos de la manera más precisa posible con el fin de que todas esas gravedades jueguen a favor nuestro, o sea, que permitan arribar al objetivo con el menor esfuerzo posible.

    En el caso de un viaje tripulado, el factor seguridad es el que impera a lo largo del trayecto. Esto implica que nuestros viajeros lleguen a destino cuanto antes posible, de tal manera que no solo la ingravidez no los afecte en demasía -nuestro cuerpo está acostumbrado a la gravedad terrestre-, sino también a los efectos de la muy energética radiación que existe en el espacio, más allá de nuestra atmósfera.En esta situación, cuando necesitamos llegar rápido con el fin de exponer lo menos posible a los astronautas al vacío del espacio,muchas veces es necesario grandes cantidades de combustible.

    Pero cuando se trata de una nave semiautomática no tripulada, los tiempos son más laxos, ya que los dos factores nefastos para el cuerpo humano mencionados anteriormente, obviamente aquí no son tenidos en cuenta. En consecuencia, la misión es mucho más barata en términos de combustible. Pero sin esa gran cantidad de este elemento esencial, ¡¿cómo es posible arribar y viajar durante 10 años?! La respuesta se encuentra precisamente en la gravedad de los cuerpos celestes que componen el sistema solar.

    Imaginemos una roca atada a un hilo a la cual hacemos girar a partir del balanceo continuo de nuestro brazo/mano. En esta situación, la roca será un satélite de nuestra mano, de igual forma en que la Luna lo es de la Tierra. En este último caso, la gravedad terrestre juega el papel del hilo en la roca.  Tengamos ahora en cuenta distintos casos en los que un asteroide se acerca a nuestro planeta (ver dibujo). En el primero de ellos, caso 1, el asteroide  directamente penetra en nuestra atmósfera cayendo sobre la superficie. Es el caso de un meteorito. Una segunda posibilidad es que el asteroide se acerque a la Tierra pero que pase a una determinada distancia tal que le sea imperceptible la atracción gravitatoria producida por ésta. Por consiguiente, el asteroide pasará prácticamente “de largo”. Pero en caso que el viajero cósmico pase a determinada distancia de la Tierra y con cierto ángulo en su trayectoria -caso 3-, la Tierra con su gravedad lo atraerá de tal forma que lo acelerará hacia ella, pero sin permitirle que colisionen, logrando atraerlo en una primera instancia para luego eyectarlo hacia otra región del sistema solar, permitiendo no sólo que el asteroide continúe su viaje sino que, ahora, con más velocidad. Si este tercer caso lo aplicamos a una nave, lo que estaremos logrando es que  dicha nave viaje cada vez más rápido sin necesidad de combustible, utilizando simplemente la asistencia de la Tierra a partir de su gravedad. A esta técnica se la denomina, precisamente, aceleración por gravedad asistida, y en la jerga espacial se la suele llamar “fly-by”, algo así como “sobrevuelos”. Pues bien, con una serie de fly-by (tres veces con la Tierra, una vez con Marte, y dos veces en distintos asteroides), Rosetta fue ganando cada vez más velocidad hasta que luego de una década, arribó a destino. Un bellísimo video producido por la ESA,el cual muestra el viaje de Rosetta, puede observarse en:

    http://www.esa.int/spaceinvideos/Videos/2013/10/Rosetta_s_twelve-year_journey_in_space

    Pero el asombro continúa

    Si bien la intrincada ruta de Rosetta es digna de admiración, no menos asombroso resulta ser su módulo de descenso, llamado Philae. Rosetta es una doble nave compuesta por un orbitador -la nave nodriza- el cual quedará orbitando al cometa, y una parte más pequeña, encargada de descender sobre éste. Por vez primera el ser humano podrá utilizar el verbo “acometizar”. Se trata de una misión sin precedentes, con todo lo que esto implica.

    Desde el pasado mes de agosto, Rosetta se encuentra orbitando a 67P,analizando toda su superficie en busca de un lugar adecuado para que Philae descienda. Al ser la gravedad del cometa muy pequeña comparada con la de la Tierra (una diezmilésima parte), Philae se verá atraído por 67P de manera prácticamente imperceptible. Por lo tanto, al momento de hacer contacto sobre su superficie, y con el propósito de evitar rebotes, Philae disparará dos arpones para fijarse de manera segura, anclarse, al suelo cometario.

    ¿Por qué tanto interés en estudiar a 67P? Los cometas representan cabalmente lo que ha sido nuestro sistema solar primigenio.Conformados básicamente por rocas cubiertas de hielo, no han sufrido prácticamente modificación alguna desde entonces. Esto implica que, al analizarlos, tengamos información directa respecto a las características de los elementos químicos con los cuales se formaron el Sol, los planetas y el resto de los cuerpos que conforman nuestro sistema solar. Pero hay más. Al estar cubiertos de hielo de agua, se tiene la posibilidad de indagar e intentar responder a preguntas que nos cautivan desde tiempos ancestrales: ¿de dónde provino el agua de nuestros océanos? ¿serán producto de una inmensa colisión de cometas en tiempos en los cuales la Tierra se encontraba en plena etapa de formación? ¿si al agua se la asocia con la vida, a partir de sus entrañas heladas los cometas serán los portadores de ella a lo largo de este inmenso cosmos?

    El próximo miércoles 12 de noviembre Philae se desprenderá de Rosetta e iniciará su descenso, su viaje histórico. Un viaje que marcará un hito en la historia de la investigación espacial. Un nuevo viaje- y por cierto, digno de admirar- en nuestra búsqueda incesante acerca de nuestros orígenes.