EEUU: El regreso del gigante
2014 - Por: Diego Bagú
Las huellas de Neil Armstrong y Buzz Aldrin en el Mar de la Tranquilidad, representaron sin duda alguna el triunfo de los americanos sobre los soviéticos en aquella carrera espacial desenfrenada e iniciada con el lanzamiento del Sputnik a fines de los 50. Desde el punto de vista occidental, la “Luna Roja” había dejado de ser una amenaza para finalmente ser coronada con estrellas blancas.
Lo que muy pocos hubiesen podido imaginar es que luego de cuatro décadas, los americanos dejarían de volar en sus propios navíos, para lanzarse al espacio a bordo de las Soyuz rusas. Increíble, en el más literal de los sentidos. Luego de haber culminado el programa Apollo como así también la estación espacial Skylab, el siguiente programa espacial tripulado americano, el del transbordador, no resultó ser tan exitoso en función de lo planeado. Los altísimos costos de cada lanzamiento y los dos terribles accidentes sufridos en 1986 (Challenger) y en 2003 (Columbia) representaron el certificado de defunción del famoso “taxi espacial”.
El último de los vuelos de los transbordadores fue realizado por el Atlantis. En aquel julio de 2011, y luego de 11 días adosado a la Estación Espacial
Internacional (EEI), el regreso del Atlantis representó el final de una etapa fundamental para la NASA (agencia espacial de los EE.UU.). Desde entonces, los astronautas norteamericanos vuelan en naves rusas. Por vez primera, los norteamericanos no tienen acceso tripulado propio al espacio. Sólo Rusia es capaz de llevar astronautas a la EEI, con todo lo que ello implica en cuanto a estrategias y factores de poder se refiere.
Pero otros jugadores comenzaron a formar parte de la partida. La bipolaridad mundial hoy en día pasó a ser tripartita. China se convirtió en el tercer país en la historia con capacidad de colocar en órbita por medios propios a un astronauta. El gigante asiático está planeando muy seriamente colocar a sus “taikonautas” en la Luna. Necesitarán un par de décadas para lograrlo. En lo personal, no tengo la menor de las dudas en cuanto a su éxito. Nuestra generación verá flamear una nueva bandera, en este caso roja y amarilla, en la superficie selenita.
Ante este panorama, EE.UU. ha debido replantearse muy seriamente su programa espacial tripulado. Aparentemente, por lo expuesto a nivel oficial, la
Luna la han dejado para los asiáticos. América se está concentrando en Marte. Indudablemente se trata de un objetivo mucho más impactante, en todo sentido. De todas maneras, de poseer la capacidad de alcanzar el planeta rojo, la Luna se convierte en algo así como un viaje de vacaciones. La Luna siempre estará allí, al “alcance de la mano”.
En los últimos años, la NASA ha venido desarrollando un programa el cual incluye tanto una nave tripulada (ORION) como así también un cohete impulsor, el más grande de los que jamás se hayan construido. Se trata del SLS (Space Launch System), el cual posee cierta semejanza al inolvidable Saturno V, responsable de la conquista lunar en la década del 60. ORION tendrá la capacidad de llevar astronautas más allá de la gravedad terrestre, por ejemplo a un asteroide o a Marte mismo.
El próximo jueves 4 de diciembre, la nave ORION recibirá su bautismo. La misión ORION EFT-1 (Exploration Flight Test – 1) consistirá en el primer vuelo de la ORION, el cual no será tripulado, ya que se trata justamente de una misión de prueba. El cohete responsable de elevar la cápsula es el Delta IV Heavy, el cohete más poderoso de la actualidad. A partir de las 9:05 a.m. (Hora Legal Argentina) y por el lapso de 2 horas y 39 minutos, la nave ORION podrá ser lanzada a un vuelo orbital terrestre sin precedentes en los últimos 40 años. La ruta de viaje consistirá en la ejecución de dos órbitas terrestres, de las cuales en la segunda, la nave alcanzará una distancia de 5.800 km respecto de la superficie terrestre, es decir, aproximadamente unas 15 veces la altura a la que se encuentra la EEI, cubriendo una distancia de 96.600 km al momento de su amerizaje en el océano pacífico. El tiempo total de misión será de unas 4,5 hs aproximadamente.
La última vez en que una nave del tipo tripulada había llegado tan lejos de la Tierra, fue con el Apollo 17, en el último de los viajes lunares. Al reingresar en la atmósfera terrestre a una velocidad de 32.000 km/h, ORION sufrirá una termperatura de unos 2.200 °C. Esta misión será fundamental para testear numerosos sistemas como ser, la puesta en órbita de la nave, distintos motores que la controlan (“control de actitud”), separación de distintos componentes del navío a medida que la misión transcurre, reingreso en la atmósfera, empleo de paracaídas, descenso controlado, amerizaje y rescate en el océano.
Sin duda alguna se trata de una misión histórica, de aquellas que representan un punto de inflexión. Del éxito de esta prueba depende el programa espacial tripulado norteamericano en las próximas décadas. Existe mucha expectativa en ver elevarse al Delta IV Heavy con la ORION en su parte superior. Si todo sale tal cual lo planeado, será un despegue colosal. El despegue de un gigante. Un gigante que quiere despertarse, y retornar a los lugares protagónicos a los cuales estuvo acostumbrado a lo largo de su rica historia espacial. Un gigante que regresa.